Celia Nespral es Doctora en Investigación de Cuidados por la Universidad Complutense de Madrid y profesora titular jubilada de la Universidad de Cantabria del área de Salud Pública y Enfermería Comunitaria, en la Escuela de Enfermería. Directora de la Escuela (1996-2008) y Directora del Departamento de Enfermería (2014-2016). Su libro sobre la Escuela de Enfermería de la Casa de Salud Valdecilla, que lleva por subtítulo "un modelo de formación enfermera", es de absoluta referencia en la materia.
En la presente entrevista "focal" compuesta por cinco preguntas tratamos de profundizar en los primeros años de la Escuela, los que imprimen carácter, y en el tipo de formación impartida a lo largo de su historia, además de plantear una lectura de género de la Escuela y otra de identidad, cuestiones todas abordadas por Celia Nespral con claridad, rigor, honestidad y valentía.
1.- ¿Podría caracterizar a la primera Escuela de Enfermeras, tal y como fue diseñada por el primer Director Gerente de la Casa de Salud Valdecilla, el Dr. López Albo?
La Casa de Salud Valdecilla (CSV) supone una novedad en el panorama sanitario español ya que desde que su primer director, Wenceslao López Albo, comienza su organización, en 1928, lo hace en cuatro ejes: asistencia, docencia, investigación clínica y básica, y acción social preventiva y no es hasta 1962 que se produce en España el primer intento de ordenación asistencial y el reconocimiento de los hospitales como centros de formación y enfermeras.
La formación de enfermeras constituyó desde el principio un elemento fundamental del proyecto de la CSV. Ya en sus Estatutos fundacionales de 1929 se establece que "funcionará también dentro del establecimiento una Escuela de Enfermeras, (...) de cuyas diplomadas se seleccionará el personal técnico femenino de la Institución".
López Albo sabía que era muy difícil encontrar en nuestro país enfermeras bien formadas y competentes y trata de contrarrestar esta situación buscando a enfermeras experimentadas para organizar y prestar los cuidados en la CSV y colaborar en la formación práctica de las alumnas.
Para organizar la EE nombra como director jefe de servicio a Manuel Usandizaga y a María Teresa Junquera como subdirectora, y faculta a ambos para realizar estudios en el extranjero y conocer escuelas de enfermeras.
Optan por el modelo Nightingale de enfermera profesional que, según Junquera, era "la base de la instrucción y educación de las enfermeras en el mundo entero". Este modelo de formación tenía las siguientes características: ingreso con título de bachiller o conocimientos análogos, internado de tres años, un programa teórico con todas las materias médicas en su aplicación al cuidado de los enfermos así como un curso completo de moral profesional y el desempeño diario de trabajo práctico en todas las especialidades y servicios del hospital, bajo la dirección de las enfermeras tituladas.
Sin embargo, el bajo número de solicitudes en la primera convocatoria de alumnas obligó a disminuir la exigencia previa e irla acrecentando al aumentar el interés por hacerse enfermera y el prestigio de la EE. El examen de ingreso comenzará a realizarse a partir de 1939 y dos años más tarde se exige el bachiller. Hasta este mismo año no se regula en nuestro país la obligatoriedad del examen y de tres años de bachiller.
La primera alumna de la EE se incorporará en el mes de octubre de 1929, aunque la primera promoción no se completará hasta los primeros meses del año siguiente.
2.- ¿Por qué se produjo la irrupción de las Hijas de la Caridad y qué consecuencias tuvo?
La CSV afrontó desde el principio múltiples dificultades que originaron una grave crisis organizativa, siendo la precariedad económica una de las principales, a la que se sumaron la enfermedad y precoz desaparición del marqués así como la hostilidad de una sector de la clase médica reaccionaria que creía vulnerados sus derechos y que reproducía el conflicto que tenía lugar en todo el mundo entre una nueva forma de entender la medicina y la asistencia y las formas más tradicionales y que, entre otros muchos aspectos, rechazaba que los cuidados a los pacientes fueran prestados por enfermeras en lugar de por monjas.
Muy pronto, diciembre de 1929, empiezan a producirse grandes cambios organizativos: dimiten las tres enfermeras encargadas de organizar el hospital y la EE y se limitan las competencias de López Albo, dejándole únicamente la Dirección facultativa. La gestión de la Administración y Servicios no médicos, incluida la EE se encarga, por iniciativa de la sobrina del marqués - la Marquesa de Pelayo -, a la comunidad religiosa de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
Esta situación que convierte a la Superiora de la comunidad en la máxima autoridad del hospital, salvo los servicios médicos, junto a otras medidas que ponían de manifiesto la injerencia del Patronato de la Fundación en competencias reconocidas estatutariamente como exclusivas del Director, suponen la reorganización completa del modelo de gestión y echan por tierra muchos elementos del proyecto diseñado por López Albo, entre otras la contratación de enfermeras tituladas.
Ante la gran limitación de sus atribuciones López Albo dimite, también como Jefe de Neurología y Psiquiatría, el 10 de septiembre de 1930.
Su dimisión, junto a la marcha de Junquera y la desaparición de la mayoría de las enfermeras, ocasiona un cambio trascendente en la formación de las alumnas, tanto por la pérdida del protagonismo enfermero como por la reorientación de su formación hacia un modelo más tradicional, en el que se priorizan los componentes disciplinarios del proyecto, impregnados de elementos religiosos que no estaban presentes al comienzo. Además las alumnas resultan imprescindibles para el funcionamiento de la CSV y darán respuesta, con poco coste económico, a las necesidades de los servicios médicos.
3.- Sabemos que, desde el inicio, la formación teórica era impartida fundamentalmente por médicos, pero, ¿y la formación práctica? ¿Cuándo comenzaron a cobrar de nuevo protagonismo las enfermeras y por qué?
La formación en la EE se ha desarrollado ininterrumpidamente desde 1929 hasta el momento actual, incluso durante la Guerra Civil, periodo en que las alumnas son imprescindibles para mantener la actividad asistencial de la CSV, ya que la dotación de personal es todavía más precaria, debido al abandono de la comunidad religiosa durante el tiempo que Santander permanece bajo las fuerzas republicanas y a la movilización de muchos profesionales, precariedad que se mantendrá en la postguerra a causa de las deserciones, impuestas o voluntarias, de alumnas, enfermeras, médicos y otro personal.
El innovador proyecto de formación que se pretendía llevar a cabo e la EE se vio en gran medida truncado por falta de apoyo, de recursos para desarrollarlo y mantenerlo y de la presencia y protagonismo de enfermeras laicas para el cuidado de los enfermos y la formación de las alumnas. Estas permanecían internas durante tres años y su formación tenía un carácter vocacional, de abnegación y entrega, como una extensión de las funciones maternales y domésticas de la mujeres, de acuerdo con el modelo de dogmatización ideológica y religiosa del franquismo que dirigía su comportamiento hacia la dependencia y la sumisión al varón y, en el caso de las alumna/enfermeras, de subordinación a la medicina. La formación teórica era impartida por los médicos de la CSV y, de la práctica/trabajo se encargaban las alumnas de los cursos superiores y las monjas que no todas eran enfermeras, quienes también se ocupaban de la disciplina y la organización de la EE.
Así se mantiene la EE durante más de cuatro décadas, en las que apenas se observan modificaciones en su organización ni en la formación que se imparte ya que, a pesar de que se producen en España varias regulaciones legislativas para homogeneizar la formación, tanto los requisitos exigidos como los contenidos impartidos fueron siempre mayores y más extensos, salvo el cambio de denominación del título, por el de Ayudante Técnico Sanitario, que continua describiendo un profesional tanto o más subordinado que los anteriores, orientado hacia las patologías, la especialización médica y las habilidades técnicas mucho más que al cuidado integral de los pacientes.
Las reformas importantes se inician en el curso 1976 al convertirse en mixta, extinguirse la obligatoriedad del internado y producirse la saluda de la comunidad religiosa de la CSV y la incorporación de enfermeras para la gestión de la EE. Continúan en la década siguiente cuando se convierte en universitaria, se adscribe a la Universidad de Santander y comienza a impartirse la Diplomatura que no solo recupera la denominación enfermera sino que, por primera vez, va a formar profesionales con funciones propias y definidas, incorpora el área de conocimiento de ciencias de la enfermería y las recomendaciones de los organismos sanitarios internacionales sobre la atención integral a la salud de las personas y grupos, así como la necesaria ampliación del protagonismo y de las competencias enfermeras en todos los ámbitos. Aumenta, además, la formación, previa y posterior, e incorpora la plena igualdad en los currículos, independientemente del sexo del alumnado.
Así, la profesión pasará de girar alrededor de la enfermedad y la dependencia de otro profesional a desempeñar un rol autónomo centrado en las necesidades de las personas para mejorar su salud y bienestar. También continuará desempeñando el rol colaborativo, o interdependiente, junto al resto de los miembros del equipo multidisciplinar, compartiendo saberes y buscando el acuerdo en un objetivo común.
A partir de la década de los noventa las enfermeras van obteniendo los puestos de profesoras universitarias y ocupando los puestos de dirección de la EE y del recién creado Departamento de Enfermería e irán consolidando el protagonismo enfermero en la formación.
El plan de estudios de la diplomatura volverá a sufrir varias modificaciones a lo largo de toda la década para aumentar y mejorar tanto la formación teórica como la práctica, sin embargo, el que la titulación fuera solamente de primer ciclo suponía una gran limitación para el desarrollo académico e investigador pleno.
finalmente el Título de Grado en Enfermería que comenzará a impartirse en 2012 permitirá a las enfermeras realizar una carrera académica e investigadora sin límites ni cortapisas que amplificará exponencialmente la disciplina y la profesión.
4.- ¿Podría hacer una lectura de género de la Escuela de Enfermería?
Los factores de género han tenido un gran peso, tanto en la elección de los estudios como en las características de la formación impartida así como en el desarrollo profesional y en la consideración social de la Enfermería.
El discurso de género transmitía la idea, aún hoy muy asentada, del cuidado como algo innato a la condición femenina que se percibía como una prolongación del que las mujeres realizaban en el hogar, idea que era reforzada por su escasa educación y expectativas. Al mismo tiempo, la formación se ocupó de moldear las actitudes y la conducta que se correspondían con este modelo: una imagen personal femenina y pulcra, el respeto y la sumisión hacia los superiores, especialmente los médicos, así como los componentes vocacionales, emotivos y afectivos, desdeñando los intelectuales y cognitivos.
Estos elementos se observan en múltiples aspectos: en la obligatoriedad del internado, exclusivamente para las mujeres, en el que las normas, la disciplina y el control eran muy estrictos; en las relaciones con los médicos y los pacientes; en las afirmaciones de los estudiantes más recientes sobre las diferentes características, personales y profesionales, de enfermeras y enfermeros; en los puestos de trabajo y de gestión que ellos ocupan con más frecuencia o en la diferente percepción que la sociedad tiene sobre unas y otros.
A pesar de los cambios experimentados por la sociedad y la igual formación recibida en las últimas décadas se mantienen discursos, actitudes y prácticas de género tanto en el propio colectivo profesional como en la sociedad.
5.- ¿Y sobre identidad profesional?
La identidad profesional está, sin duda, condicionada por el tipo de formación recibida así como por las propias expectativas y el contexto en el que se desarrolla la profesión y aunque difiere entre sus componentes, existe mucha más unanimidad en el grupo más reciente.
Aunque no existieron diferencias apreciables en la formación que recibieron Enfermeras y ATS, se evidencia en las primeras una mayor autoestima y una más definida identidad profesional que parece recuperarse en quienes han realizado la Diplomatura. El rol profesional se balancea entre el cuidado en las Enfermeras, a la aplicación de técnicas, en las ATS, y se equilibra entre las personas formadas más recientemente. Estas manifiestan una gran preocupación por la profesión que contemplan desde una perspectiva más amplia, multidimensional y compleja que necesita extenderse a todo el colectivo profesional para que sea percibida por la sociedad.
Estos son los retos de las promociones formadas desde la década anterior que pueden alcanzar el máximo grado académico y contribuir al desarrollo profesional.
Nespral, C. La Escuela de Enfermería Casa de Salud Valdecilla: Un modelo de formación enfermera. Santander: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria; 2015. 234 p. Disponible en la Biblioteca Marquesa de Pelayo.