El doctor recordaba los fondos bibliográficos disponibles en los años setenta, las casi noventa cabeceras de revistas científicas suscritas desde el nacimiento de la biblioteca el año 1929. En algunos casos, como la revista de Cajal, se hicieron compras retrospectivas para completar la serie desde el primer número. Estos fondos se perdieron a mediados de los años ochenta, lamentaba.
Los descubrimos poco antes del año de la pandemia paletizados (sospechamos que tras haber sufrido alguna inundación y en completo desorden, casi un centenar de contenedores) en el antiguo mortuorio del Hospital de Liencres. Desde entonces estamos tratando de poner de nuevo a estas revistas en circulación no solo por su evidente valor patrimonial, sino también por su alcance económico dentro de la lógica del préstamo interbibliotecario, que otro día explicaremos.
El doctor se despidió orgulloso y tranquilo.
Lo único nos hace únicos.